El lloro de la vid es el inicio de una nueva cosecha, el comienzo del ciclo vegetativo en la viña, la primera señal, primer anuncio de una nueva cosecha, la prueba de vida tras la poda y el reposo invernal.
Tras la vendimia y la bajada de temperaturas, la viña comienza un periodo de letargo, se paraliza la actividad en la planta, es el momento de la poda que preparará a la cepa para una nueva cosecha.
Tras el invierno, cuando se supera la media del suelo alcanza los 10ºC se activa la respiración celular en las raíces de la vid.
No hay fecha exacta, depende el aumento de temperatura media en el suelo y cuando éste supera los 10ºC se activa la respiración celular en las raíces, que comienzan a absorber agua y a movilizar las reservas de la planta. La savia comienza a circular y sale por los cortes de la poda, las heridas que han quedado en el corte de los sarmientos.
Independientemente de la variedad plantada y la zona de cultivo, el lloro comenzará de una forma homogénea. La brotación y desarrollo de la planta dependerá del ciclo vegetativo de cada variedad, por lo que, en nuestros viñedos, la variedad Monastrell no ha brotado cuando otras variedades como la verdejo, Sauvignon blanc o Syrah ya muestran los primeros brotes.
Hablamos de Lloro por la similitud de este proceso en los humanos, la exudación lenta y constante de líquido, que en el caso de la vid, es la savia.
¿Cuánto llora? ¿hay una cantidad determinada de la savia expulsada en cada brotación?. Este proceso dependerá del agua acumulada en la tierra por las lluvias invernales. Se ha constatado que una cepa puede expulsar hasta 5 litros, aunque es poco habitual que se llegue a esta cantidad, al igual que es poco habitual que la cepa no llore, algo que ha llegado a pasar en años con inviernos extremadamente secos.
¿Cuándo cesa el lloro?
El lloro es el paso previo a la brotación de los nuevos sarmientos. Por los cortes de la poda, va saliendo la savia, que recubre la “herida del pulgar” de unas sustancias gomosas y sales disueltas al expulsar la savia y también parte de la evaporación que obturan, cicatrizan los vasos leñosos.
Junto con el lloro, se hinchan las yemas y nos mostrarán los primeros brotes de los que nacerán los sarmientos que darán los racimos de los que nacerán nuestros nuevos vinos.
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